miércoles, 27 de junio de 2012

Solicitud de amistad.

Como ya he dicho en entradas anteriores, no solo estoy escribiendo la historia de Minato y Kushina, si no que escribo algunas más. Unas que empiezo a escribir y me lio mucho con ellas, por lo que dejo de escribirlas.. Y otras.. Que bueno, que si las subo perdería totalmente mi reputación. 
He estado mucho tiempo dándole vueltas a otra historia, que me haría muchísima ilusión escribir. Y por ahora solo tengo una solitaria página.. Pero, todas mis ideas están ya organizadas. Por lo que solo faltan trasmitirlas en papel. 
No, no dejaría de escribir la historia de Minato y Kushina por nada en el mundo. Pero también quiero tener una historia, creada por mi.


Y el principio es este:
¿Que pasaría si estuvieras viviendo en dos mundos, totalmente distintos, a la vez?


"¿Contra este tipo tengo que luchar?" Sonreí triunfante. "Esto está chupado."
Le observé durante unos largos segundos, pensando en como comenzaría la pelea. De frente, por el lado, por atrás. Estaba claro que la mejor manera de vencerle era crear una distracción y atacar por detrás. 
Mis ojos se desviaron a su cara sin querer. En verdad.. El chico no estaba nada mal. Sonrió con un aire victorioso. Fruncí el ceño.
-No me subestimes -avisé.
Mi advertencia hizo que mostrara una sonrisa más amplia.
-Ni tú a mi tampoco, preciosa.
La última palabra resonó en mi cabeza un par de veces. Mis mejillas se incendiaron al instante. Aparté la mirada y giré la cabeza  para que no viera mis mejillas ruborizadas.
-¡Empezad de una vez! -chilló alguien enfurecido entre el público.
"Tú tranquila Susana.." Suspiré resiganada.
-Empecemos.


La pelea duró menos de lo que ambos esperábamos. Y terminó de una forma inesperada para mi. 
Él me ofreció su mano para ayudarme a levantarme. Claro está, yo la rechacé con un certero golpe.
-No te piques -sonrió.
Sin mirarle a la cara me levanté y me alejé de allí. "¿Qué me habrá pasado..?" Volví a analizar toda la batalla en mi cabeza. Suspiré. "¡Qué vergüenza!".
-¡Eh! ¡Espera! -alguien enterrumpió mis pensamientos.
Me giré, y ahí estaba, con una sonrisa inocente.
-¿Qué? -le pregunté sin mucho entusiasmo.
-Em, Susana, ¿verdad? -preguntó timido.
Mi rostro cambió derepente. Asentí.
-¿Qué quieres?
-Acéptame.